jueves, 27 de octubre de 2011

Reflexiones sobre la gracia de Dios


// Eivert Caridad Fernández


Por muchos años  no supe identificar la diferencia entre la Ley y la Gracia. Había en mí una sensación farisea sobre la doctrina verdadera de la gracia de Dios, sin embargo, la ley todavía me tenía ciego.

Como sé que todo este asunto de doctrinas, postulados y credos a muchos no les gusta, entonces te mostraré a través de algunas vivencias mi perspectiva sobre la gracia de Dios.

Vivencia #1

Por muchos años viví con miedo a perder mi salvación. Cada vez que escuchaba una prédica sobre el pecado mi corazón se compungía. Yo sabía que a pesar de que le había entregado mi corazón a Dios, todavía había en mí algo que me incitaba a pecar, y en la mayoría de las veces lo hacía.

Cada vez que cometía una falta, el sentimiento de culpa se apoderaba de mí, me sentía sucio y débil, pero lo más grave era que me costaba levantarme, pues el sentido de culpabilidad, las voces negativas que escuchaba y LAS PREDICAS que oía, contribuían para que me hundiera más y más en mi pecado.


Por mucho tiempo creí que ya no había esperanza. Pensé que el plan de Dios para mi vida se terminaría producto del pecado. Llegué a pensar que Dios se cansó conmigo, que ya no había otra oportunidad, ya que siempre caía con la misma piedra. Me sentía incompetente, y en esos momentos deseaba escuchar palabras como RESTAURACIÓN, OPOTUNIDAD, NUEVOS COMIENZOS; pero no, sólo escuchaba PECADO, TRANSGRESIÓN, CULPA, FALTA, ETC.

 De todas estas experiencias aprendí algo: Estaba viendo a la gracia bajo la lupa de  la ley.

Vivencia #2.

Un buen día decidí cambiar. Entendí que si estaba vivo era porque Dios no había terminado conmigo, así que me levanté del piso y caminé de nuevo. Sentía que todo el pasado quedó atrás y que mi perspectiva sobre Dios había cambiado.

Estudié la Biblia, leí buenos libros, escuché a buenos predicadores, y todos coincidían en una cosa: La gracia de Dios me puede levantar. No hay ningún pecado que cometa  para que Dios me deje de amar, así que recibí esa palabra y lo apliqué a mi vida. Ahora, ¿Será que lo hice correctamente?

En poco tiempo, los problemas regresaron, pero estaba preparado para levantarme. Me decía a mí mismo que si cometía algún error "LA GRACIA DE DIOS ME LEVANTABA" (que ignorante era). Así que a la primera caída, me preparé y de una vez me levanté. Así lo hice una y otra vez, ¿y sabes qué? Ya no me dolía el pecado, pues sabía que Dios me iba a levantar.

Pasé de ser un fariseo hundido en la ley, a convertirme en un abusador de la gracia de Dios. Pasé de estar en el extremo más religioso de la culpabilidad al lado más oscuro del abuso. Sentía que tenía una tarjeta de crédito ilimitada de perdón.

Creo que lo que más me afectó fue la falta de sensibilidad espiritual.

Aprendí que la gracia puede ser peligrosa si se mal interpreta, y sobre todo, aprendí que todavía era un vil pecador que necesitaba urgentemente de Dios.

Para resumir, las dos posiciones están erradas. Por un lado encontramos a un Eivert tratando de vivir con sus propias fuerzas, ignorando por completo la ayuda y la gracia de Dios; y por otro, encontramos a alguien que conocía la verdad pero no la sabía interpretar correctamente.

Para finalizar

Posiblemente te encuentres en uno de los dos casos, viviendo con tus propias fuerzas, limitando el poder de Dios para perdonar.

No importa el error que hayas cometido, Dios está allí para ayudarte a levantar. Recuerda que la culpa y la falta de restauración se quita cuando le entregamos a Dios nuestros problemas.

O tal vez sea de esas personas que pecan, pecan y pecan sencillamente porque saben que Dios los puede levantar otra vez. Déjame decirte que Dios te perdona todas las veces que se lo pidas, pues es una promesa que Él dejó, pero eso no quiere decir que en el proceso seas víctima de las consecuencias del pecado, ya que jugar con la misericordia de Dios es más peligroso que vivir en la ley.

Hoy es un buen día para conocer al Dios de toda gracia. Aquel que te puede levantar, pero también, aquel Dios que te da las fuerzas para no pecar más si tú se lo permites.

Pensamiento final:

La gracia de Dios es como una cuerda floja, con la óptica incorrecta se puede ver tan débil que te puedes caer, pero en realidad es tan fuerte que te puede mantener firme si tú se lo permites.



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